Utopía natural

Utopía natural

Hablar de la naturaleza nos lleva a reflexionar sobre las relaciones que establecemos con ella, y de cómo estas giran en torno a la necesidad de adaptarnos al entorno. El equilibrio varía a medida que las grandes urbes demandan territorio; quedan pocos espacios que nos acerquen con lo prístino, sólo pequeños resquicios de la utopía.

En las grandes urbes un sentimiento de añoranza hacia lo natural parece persistir, llevándonos a querer mantener configuraciones idílicas, mezclándose ineluctablemente con las obtenidas a través de los imaginarios. Tenemos pues una poderosa estampa en nuestra mente, somos presa fácil de los signos, que en tanto arquetipos, indican qué es lo natural tal cual como lo percibimos, y es ahí donde hay cabida al engaño ya que la visión no está corrompida por la razón y sucumbe ante el estímulo visual obtenido.

Cuando modificamos el entorno tratamos de reconstruir la naturaleza, y es en este acto de construcción en el que se enmarca la utopía, donde se construye un espacio natural mediante el montaje a partir de plantas artificiales y signos, que recrean dicho espacio. Así, el sol cae con libertad, el rocío de la mañana cubre la vegetación y el agua corre libremente, mientras que las mariposas siguen su vuelo y un caracol atraviesa el humedal.

El ambiente cobra vida, la mirada se detiene para recorrer la imagen dando cabida a la contemplación. Hay tiempo para observar los pequeños detalles que configuran el paisaje y entender el todo a través de sus partes.